Solo se ve lo que se mira. A propósito de la exposición de Manolo Laguillo.

Fig. 1. Cartel anunciador de la exposición de Manolo Laguillo en la fachada del antiguo monasterio de San Benito, hoy convertido en oficinas municipales.

Se ha podido ver recientemente en el Patio Herreriano la exposición fotográfica “Valladolid. Aquí y ahora” del fotógrafo Manolo Laguillo, una colección de fotos actuales de la ciudad de Valladolid, aunque también se exhibían fotos de otras ciudades, como Berlín o Trieste.

La exposición de Manolo Laguillo en el Museo Patio Herreriano parece intrascendente en un principio, al mostrar una realidad por todos los vallisoletanos conocida, pero se convierte en una sorpresa por lo que sugiere. Se trata de una exposición de fotos sobre la construcción de la ciudad de Valladolid, que pone particular atención “en las fallas, líneas de fractura y solapamientos” del tejido urbano. Se muestran también fotos de otras ciudades. ¿Qué muestran esas fotos?  Son fotos que muestran las calles, los edificios desde la posición del que pasea por la calle. Son fotos donde son raros los transeúntes, en los que es difícil encontrar coches.

La exposición no tiene (casi) texto o textos, a excepción de algunos introductorios y los letreros que informan de la fecha y hora de toma de la foto. La foto domina sin ayuda de otros soportes, sin más información que la que ofrecen sus sombras en blanco, gris y negro.

Las fotos de otras ciudades son muy pocas (Ciudad de México, Beirut, Trieste, Berlín, París, etc.). Se diría que forman parte de la exposición para poner la atención del espectador en los signos identitarios del paisaje urbano vallisoletano. Valladolid tiene un paisaje urbano especial que contrasta con los paisajes urbanos de otras ciudades, hasta el punto que las pocas fotos de otras ciudades son inmediatamente reconocidas como ajenas al paisaje vallisoletano.

En las “Reglas de actuación que sigo al fotografiar la ciudad” el fotógrafo señala en primer lugar la siguiente: “Trabajar en las líneas de junta donde los distintos tejidos urbanos se encuentran”. Eso da lugar a un grupo de fotos donde dominan los contrastes de nuestro paisaje urbano. Destacan las desarmonías de escala, las rupturas históricas en el tejido urbano, el contraste entre los edificios antiguos y los nuevos. Las fotos nos muestran el choque entre dos o más tipos de tejido urbano, como si fuesen objetos en movimiento que colisionan y se rompen en pedazos. En efecto, una parte importante de las fotos de Valladolid se centran en los edificios que rompen abiertamente con los edificios de su entorno y con el paisaje urbano anterior. Algunas fotos muestran el pequeño edificio tradicional de baja altura, (una, dos plantas) que se encuentra encajonado entre otros enormes edificios que han crecido a sus espaldas o justo al lado. También muestra la falta de respeto de los nuevos edificios que anulan los edificios de principios del siglo XX, que ya se atrevía a construir las 4 plantas, pero que quedan empequeñecidos ante las 10 y más alturas de los más modernos. El resultado muestra la brutalidad de la fractura, que ponen de manifiesto las fotos de las desnudas medianeras, los edificios enfrentados uno al lado del otro, mostrando la violencia del paisaje.

La mirada del fotógrafo

La visión de estas fotos pone en evidencia que la mirada sobre nuestra ciudad se basa en nuestro saber, en lo que sabemos de la ciudad. Vemos lo que sabemos de antemano, o lo que creemos saber, eso es lo que distinguimos en la imagen. Se nos escapan contenidos que se muestran de forma palmaria, pero que nuestra ignorancia nos impide mirar. La costumbre nos lleva a aceptar como normal lo que en realidad es una grieta, un desgarro, ya que, para muchos vallisoletanos, esa calle, ese paisaje, siempre ha sido así.  Y la mirada de un extraño, en este caso Manolo Laguillo, pone en duda nuestro conocimiento y nos obliga a mirar cosas que hasta ese momento no vimos porque no sabíamos. Las fotos de Laguillo sobre la ciudad nos muestran el exabrupto, la ferocidad del proceso de transformación de nuestra ciudad; esas fotos dan lugar a que emerjan de las profundidades las huellas de los procesos que han conformado nuestra ciudad y ponen de manifiesto la aspereza y el ensañamiento del proceso. Ponen en primer plano los contrastes, las contradicciones y donde había un orden asumido por la costumbre, surge un desorden que no habíamos visto. Las fotos cuentan el mundo y cuando el mundo que cuentan creemos que es conocido, descubrimos de improviso con la ayuda de esas fotos unos contenidos y un orden nuevo.

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