El desgaste del espacio urbano
El pasado día 22 de marzo de 2020, domingo, hacia las 11 de la noche, el camión de la basura chocó contra un árbol en la calle San Agustín y lo arrancó de cuajo. A causa del choque el árbol cayó con estruendo sobre la acera. El camión de la basura salía de la calle de Santo Domingo de Guzmán de vaciar los contenedores de esa calle y en lugar de dar la vuelta a toda la manzana, para entrar en la calle San Agustín desde la avenida Isabel la Católica, como hace habitualmente, optó por entrar en la calle San Agustín marcha atrás desde el principio de la calle, en dirección prohibida.
En esa operación el estante trasero de la izquierda del camión de la basura, en el que habitualmente se suben los operarios, chocó contra la acacia que había en la esquina de forma tan violenta que la derribó. El camión paró, se apeó el conductor, inspeccionó el árbol y examinó con detalle los bajos del camión y a la vista de que el vehículo no había sufrido daños, siguió con su tarea recolectora. Fig. 2. El árbol permaneció varios días tumbado en la acera. El mismo domingo vinieron del Ayuntamiento a poner unas cintas de plástico para avisar a los vehículos y transeúntes de la presencia de un obstáculo. En unos pocos días operarios municipales trocearon el árbol con una sierra, cargaron la leña en una furgoneta, extrajeron el tocón del suelo y el miércoles no quedaba de la acacia otro resto que el alcorque vacío que ocupaba. A las pocas semanas, otra cuadrilla municipal se acercó con una camioneta cargada de utensilios a la plaza y eliminó el alcorque vacío. En su lugar colocó una losa de cemento sobre la que extendieron las losetas de granito, hasta el punto de borrar toda huella de su anterior presencia. Fig. 3 y 4. La supresión del alcorque puede no estar relacionado con el accidente de tráfico que abatió el árbol, pero todo parece indicar que lo uno es consecuencia de lo otro. Seguramente si preguntamos al conductor del camión de la basura, el árbol entorpecía el tráfico y debía ser eliminado. Parece un sueño, uno más de los que hemos creído imaginar en el estado onírico en el que nos ha sumido la pandemia, si no fuera por las huellas físicas del hecho.
La plaza forma parte de la rehabilitación de la Iglesia de San Agustín y su transformación en Archivo Municipal se realizó entre los años 2001 y 2004. Se urbanizaron los espacios adyacentes, que hasta entonces habían estado ocupados por vehículos aparcados, formando un jardín al sur y al oeste, y una zona peatonal en el este y norte del antiguo templo. Con ello se recuperó con dignidad una zona histórica que se encontraba extraordinariamente degradada. El conjunto de la obra, de los arquitectos Primitivo González y Gabriel Gallegos, recibió varios premios y distinciones por su calidad. A pesar de su valor reconocido, si nos fijamos un poco vemos que esa plaza ha sufrido ya varias amputaciones y modificaciones de tipo similar a la desaparición del alcorque. Inicialmente contaba con una fuente de agua potable para beber, como la que había en las plazas tradicionales; también contaba con una farola ubicada en el centro, ambas de cuidado diseño Fig. 1 y 5. Estos dos elementos fueron eliminados sin explicación, no volvieron a ser repuestos, como lo ha sido ahora el alcorque. La papelera que todavía se conserva nos muestra la próxima víctima. Fig. 6.
La actual corporación del Ayuntamiento de Valladolid ha demostrado su apuesta a favor de la protección y mejora urbana y del medioambiente y ha dado decididos pasos a favor de la renaturalización del espacio urbano de la ciudad. También ha dado claras señales de apoyar el diseño urbano. Prueba de ello son los diversos proyectos que fueron anunciados en prensa, con conferencias, mesas redondas, etc. y que posteriormente fueron puestos en marcha, como por ejemplo el proyecto “Urban Greenup”. Estos proyectos cuentan con generosa financiación europea y municipal, vienen a mostrar la dirección hacia la que deben caminar las ciudades que apuestan por frenar el cambio climático. El “reverdecimiento” de los espacios urbanos es una de las consecuencias de estas políticas, que se van introduciendo poco a poco en nuestra forma de entender la ciudad. Las fachadas verdes, los tejados y marquesinas cubiertos de vegetación, la creación de corredores urbanos «renaturalizados», los estanques de retención a modo de depuradora natural o la creación de sombra en una calle por medio de toldos vegetales, son muestras elocuentes de la nueva dirección.
Por eso mismo sorprende el caso del alcorque de la calle de San Agustín, parece que una parte del Ayuntamiento camina en sentido contrario. La cuestión es cómo ocurren los hechos en el Ayuntamiento de Valladolid, quien decide las cosas y cómo se producen. En este caso estamos viendo un suceso que contradice los discursos y muchos de los hechos relevantes del gobierno municipal. La desaparición de un árbol y la supresión del alcorque, la fuente y la farola viene a mostrarnos que hay dos niveles en el Ayuntamiento. El nivel del equipo de gobierno, que toma las grandes decisiones, que traza las políticas a largo plazo. Y el Ayuntamiento del día a día, el formado por un amplio grupo de personas, funcionarios, obreros, empleados, que entienden la ciudad de otra manera, que permanecen allí mientras pasan los equipos de gobierno y que gozan de enorme poder fáctico. Que tienen que enfrentarse a la realización de los servicios básicos municipales con un presupuesto ajustado y toman decisiones todos los días en su ámbito, de extraordinario pragmatismo, que a veces van en contra de la dirección que han señalado los políticos. Las tripas del Ayuntamiento de Valladolid se diría que funcionan de forma independiente de lo que señala la cabeza.
José Luis Sainz Guerra