¿Qué podemos mejorar en nuestra ciudad a la vista de las debilidades puestas de manifiesto por la pandemia?
La pandemia del Coronavirus ha obligado a la mayor parte de la población española, -a la mayor parte de los habitantes de las ciudades del mundo-, a pasar grandes periodos de tiempo encerrados en sus casas. Como consecuencia de las medidas de aislamiento la vivienda ha sido el lugar de estancia durante todas las horas del día para la mayoría. Esas largas horas han puesto el foco en la calidad de la vivienda, como espacio para habitar.
El resultado ha sido un cambio en la mirada, la experiencia del confinamiento empuja a observar de forma más crítica a la vivienda, una nueva manera de valorar que nos lleva a damos cuenta de sus defectos. Se pone en evidencia la falta de calidad del espacio habitado. Por un lado, destacan las carencias en los aspectos más básicos, la falta de luz natural y la escasa ventilación en los espacios interiores, las deficientes condiciones del aislamiento acústico y térmico. Por otro lado, destacan las dificultades para usar la vivienda durante largos periodos de tiempo, a causa de las reducidas dimensiones de las habitaciones y la ausencia de espacios comunes suficientemente amplios. Se pone de manifiesto la falta de espacio para estar solo y al mismo tiempo lo inadecuado de ese mismo espacio para compartir con el resto de los que habitan la vivienda. Sobresale inadecuación de los salones de estar para otros usos que no sean los usos exclusivos: sentarse a comer y ver la TV. La ausencia de espacios donde los mayores puedan moverse y los niños puedan jugar. El pasillo ha sido la pieza de la casa más utilizada en esos paseos interiores de los mayores o convertidos en diminutos campos de futbol para los más pequeños. Pero todavía más claramente se manifiesta la mala calidad de la vivienda por su entorno, la falta de zonas verdes visibles desde la ventana, la imposibilidad de poder observar áreas ajardinadas, áreas arboladas desde la propia vivienda, desde la habitación. En una ciudad como Valladolid, en la mayoría de las viviendas domina ante todo la vista hacia un oscuro patio interior.
Desde hace ya mucho tiempo nos hemos acostumbrado a nuestras viviendas en función de los argumentos de la racionalidad, la contención de los costes de la vivienda, la uniformidad y la producción en masa para abaratar la construcción. Nos hemos hecho a sus estrecheces y se diría que hemos llegado a aceptarlas como se acepta una costumbre. Como el canario acepta su jaula. Pero la pandemia nos ha vuelto críticos con el espacio de nuestros hogares. Tal vez debamos aprovechar esta experiencia para poner bajo una nueva luz los principios que hemos asumido para construir nuestras viviendas en función de unos criterios que ahora nos parecen débiles, cuando no abiertamente criticables.
Se pone de manifiesto la falta de lugares de expansión dentro de los edificios de vivienda colectiva, que puedan ser disfrutados por los habitantes de los pisos.
No todas las viviendas presentan los mismos problemas y la misma intensidad ante el confinamiento por la pandemia. Los que viven en una casa unifamiliar con un jardín han padecido menos y disfrutado mucho más de su vivienda que los habitantes de un piso. Algunas familias se han ido a la casa del pueblo. Lo que pone de manifiesto la mejor calidad de vida que ofrecen las viviendas de los pueblos, por el patio, el acceso a la vegetación, la menor densidad, la cercanía del campo.
Es significativo que el recién aprobado PGOU de Valladolid ya incluye algunas obligaciones en la nueva edificación o en la reformada, que apuntan a la creciente demanda de la población de espacios libres, a veces ajardinados, dentro de la parcela del inmueble residencial. La llamada primera oleada del Covid-19 ha dejado ya su impronta. Basta leer, por ejemplo, el artículo art. 329, sobre los espacios comunes en viviendas, el 436.3, sobre el acceso a los patios no privativos y especialmente el 443.1.e sobre condiciones de los patios y espacios libres privados, todos ellos de la recientemente aprobada Normativa del PGOU-2020 para comprender que algo empieza tímidamente a cambiar en nuestra ciudad.
La Covid empieza a legitimar las tímidas medidas de reverdecimiento de la ciudad, que hasta ayer eran, para muchos, cabezonería y empecinamiento del ecologismo radical.