A estas alturas todos sabemos que en esta ciudad el urbanismo es la madre de todas las batallas, con milicias mercenarias incluidas; y que la testosterona se ha adueñado de las palancas del poder. La exigencia de decencia en lo publico y de responsabilidad por la indecencia es algo a lo que se resisten instituciones políticas e instituciones judiciales, (si es que no son la misma cosa), partidos y elites económicas. Las componendas del poder son más importantes que el repudio a la ilegalidad y a la falta de ética y estética. Y ahí está nuestro siniestro y mágico Plan General de Ordenación Urbana. Crisol del desapego de la gestión publica al Estado de Derecho y de este cáncer de cinismo político que se expande sin tener, al parecer, un limite ético o moral que lo contenga.
El pasado doce de julio, en la calle Angustias, la clase política oficial, la que cree que el voto es un cheque en blanco que lo legitima todo, controló policialmente la presencia de los ciudadanos que estamos indignados y nuestra mirada política, la que apunta al interés publico y no sólo al interés privado, la que deriva en acción política visible y democrática y desconfía de las manos invisibles, la que puede ser capaz de controlar el poder político participando en la cosa pública en lugar de replegarse en una privacidad silenciosa y conformista. Se llamó “circo” a los vecinos que quieren recuperar la obligación social frente al oportunismo individualista, el deber cívico frente a la desafección y el cinismo, la virtud frente a la idiotez y el narcisismo, en fin, el compromiso y la responsabilidad frente al nihilismo. Abrir puertas a la inteligencia y a la información es, al parecer, peligroso, y exige un gran despliegue de las fuerzas del orden, con sus jefes a la cabeza. Por eso Europa nos sitúa a la cola de los 15 en cuanto a calidad de nuestra democracia, detrás de Italia. Y pone el énfasis, precisamente a cuenta del ladrillazo producto de la especulación prohibida y fomentada por todos, en las carencias en la rendición de cuentas y la ausencia de transparencia en el funcionamiento de las Administraciones Públicas.
El primer requisito, la condición sine qua non de una democracia, es contar con demócratas. Contar al menos con un número suficiente de ciudadanos como para animar a los demás también a serlo. No estriba solo en superar modos tribales de convivencia, alcanzar unos prefijados índices de bienestar o dotarse de ciertas instituciones políticas indispensables. Todo ello puede ocurrir, estar presente…..y sin embargo haber una democracia muy poco efectiva si faltan los sujetos capaces de (y dispuestos a) ejercer de ciudadanos. Ser demócrata o comportarse como ciudadano – que es lo mismo – no se reduce a creer ser lo uno o ejercer de lo otro, sino que requiere también querer llegar a serlo y saber como serlo y ejercer de tal.
Los clásicos hicieron de la Justicia una de las cuatro virtudes cardinales, y hoy se convierte en la primera reivindicación y virtud de una sociedad bien ordenada. Desde 1978, España se constituye en un Estado Social y Democrático de Derecho que propugna como valores superiores no la economía sino, la Justicia, la igualdad y el pluralismo político. Exigimos Justicia e Independencia de la Justicia porque no la presuponemos. Mas bien todo lo contrario, como piensan una abrumadora mayoría de españoles. Y no es de extrañar cuando aquí oímos al Señor Concepción, en el solemne acto de apertura del año judicial, mostrar su gratitud al alcalde de Valladolid por su “interés y actitud”; o cuando es insistente el “runrún” de las amistades del Jefe de los jueces, Presidente de la Audiencia Provincial, con el Consejero del ramo; o cuando se sabe que la reunión de la Red Nacional de fiscales de urbanismo y medio ambiente del 2010, denuncio la presión y los ataques a que son sometidos, debido a los elevados intereses económicos que se dilucidan en los temas de urbanismo y medio ambiente y a la politización que lamentablemente sufren los mismos. No presuponemos la independencia del poder judicial cuando los periódicos dicen que el Fiscal General del Estado interviene o interfiere en las causas del regidor; o cuando oímos al Alcalde hablar de “colaboración con la Justicia” y no se esta refiriendo precisamente a tardar un año en mandarle los papeles requeridos o ejecutar diligentemente sus sentencias.
El decoro es el respeto que se nos debe a los ciudadanos, toda vez que se vulneran las exigencias de transparencia y dación de cuentas que son exigibles a todo servidor publico y mucho más a quienes revisten la representación municipal. Indecorosa fue la puesta en escena del regidor, el decano de los jueces, la delegación del gobierno y el antisistema judicial, con jefes de prensa prohibiendo a la prensa, para entrar sin ser visto en el Juzgado. Se movilizaron todos – a pesar de los recortes – protegiendo al “imputado”, que aparece feliz ante las cámaras al final del espectáculo, haciendo alarde de sus “poderes”. Sin embargo, lo que no tuvo el regidor fue el valor de enfrentar su mirada con la de sus conciudadanos, entrando al juzgado por la puerta de los presos. Ese medio centenar de personas, en su mayoría jubilados y mujeres, tienen mucha más conciencia cívica y dignidad que todos ellos.